Cuando escuchamos sobre el Blockchain, generalmente las conversaciones giran en torno a las criptomonedas o criptoactivos -y a las razones por las cuales estos conceptos no son sinónimos-, a los NFT que se han convertido en la última moda y a las posibilidades extraordinarias de estas aplicaciones para generar ganancias financieras.
Con menor fascinación, poco a poco van ganando visibilidad otras aplicaciones del Blockchain, como los contratos inteligentes.
Pero lo cierto es que el Blockchain es una tecnología innovadora y muy poderosa, que no sólo está revolucionando los mercados financieros, sino que puede aplicarse en amplísimos campos, muchos de ellos con importantes impactos sociales.
A través del Blockchain, por ejemplo, pueden generarse cédulas de identidad digital para proteger derechos de personas en situaciones muy vulnerables, como las que se encuentran en la calle, desplazadas, migrantes o refugiadas, con lo cual pueden acceder a recursos financieros o programas sociales, los cuales normalmente exigen alguna forma de identificación verificable.
Las características fundamentales del Blockchain -descentralización, inmutabilidad y transparencia- le confieren elevados niveles de confianza sin necesidad de que exista una entidad central que dé fe o asegure la veracidad de la información.
Esta confianza fundada en un diseño tecnológico y capacidades computacionales muy robustas, es lo que explica que el Blockchain se esté usando, por ejemplo, para generar certificados de propiedad de la tierra, para rastrear que los diamantes tengan un origen ético o para dar cuentas sobre la aplicación de recursos recaudados en casos de desastres.
Pero al mismo tiempo, el hecho de que el sistema esté totalmente descentralizado y la capacidad de participar anónimamente, también atrae las actividades criminales. Aunque cada vez crece más el curso de criptomonedas en operaciones lícitas, su utilización en la internet oscura y en la pornografía infantil es preocupante. Los criptoactivos también han facilitado la extracción de rescates para el secuestro de datos (ransomware) y el lavado de dinero.
Lo que sucede es que la tecnología no es neutra. La forma en la que se diseña, se ejecuta y se aplica tiene consecuencias. En cada momento del proceso hay decisiones humanas que incorporan valores y prioridades éticas. La omisión también es una elección ética.
Cualquier diseño tecnológico puede generar consecuencias positivas y negativas, así como riesgos de distinta naturaleza y magnitud. Cuando las aplicaciones conllevan impactos sociales y humanos directos o indirectos, es necesario abordar este trabajo desde una dimensión ética y de responsabilidad.
¿Cuáles pueden ser estos impactos? Aquí tocamos algunos de ellos.
El consumo energético del Blockchain debido a la fuerza de cómputo que requiere la verificación y encriptación de los bloques de información, ya es un área de atención para la sustentabilidad de la tecnología. Esta es una consideración que siempre debe estar presente si existen otras opciones tecnológicas con menor huella de carbono y que pueden satisfacer las mismas necesidades.
Los usuarios necesitan usar su llave privada para acceder a los sistemas y no existe forma de recuperarla si se extravía. Ya se acumulan numerosos dramas personales de quienes han perdido el acceso a sus criptoactivos. Los daños personales en estos casos son cuantiosos y trascienden lo material. Además de activos, se pueden perder títulos de propiedad, contratos entre particulares o expedientes médicos, por ejemplo, provocando daños a terceros y a la sociedad en su conjunto.
Además, hay atributos del Blockchain que pueden representar ventajas dentro de algunos contextos y al mismo tiempo constituir limitaciones o generar riesgos para ciertos usuarios.
Por ejemplo, la inmutabilidad de la información es uno de los atributos que le dan solidez al blochchain, pues resguarda los registros de intentos de falsificación o alteración indebida.
Dentro de un mundo donde las herramientas digitales se usan para distorsionar la realidad y manipular la opinión pública, es muy valioso poder usar este tipo de registros donde cualquier modificación será transparente y visible.
No obstante, existen circunstancias donde la protección de los derechos humanos y la seguridad de las personas dependen de que puedan “desaparecer”, lo que es el caso de los perseguidos políticos, los testigos protegidos, las mujeres que han huido de situaciones de violencia o las personas sobrevivientes de explotación sexual. Esta necesidad se enfrentaría a la rigidez del Blockchain.
De manera similar, en una cédula de identidad digital en Blockchain, las personas transgénero podrían modificar su nombre e identidad de género, pero sin eliminar su identidad previa.
Por otro lado, tenemos el problema del estado original o “estado cero” (zero state) que se refiere a cuando se pone en duda la veracidad o autenticidad de la información que fue codificada en los bloques. El esfuerzo que conllevaría impulsar un registro de la propiedad en Blockchain se vendría abajo en caso de que los datos tomados como referencia original no fueran confiables.
Igualmente, si la información original refleja un estado de desigualdad, codificarla sin más dentro de una aplicación de Blockchain puede perpetuarla.
Estas y numerosas otras razones nos llevan a concluir que se necesita contemplar una dimensión ética en todas las etapas de vida de las aplicaciones de Blockchain.
Desde que se conciben las reglas bajo las cuales se construirán los registros de una cadena de bloques, quedan planteadas elecciones éticas que más tarde difícilmente podrán cambiar.
Un diseño deliberado con enfoque ético comienza por entender claramente cuál es el objetivo que se pretende alcanzar, para plantearse respecto de cada etapa, cómo contribuye a ese objetivo el diseño específico de la solución, cuáles riesgos genera y qué impactos puede tener en los usuarios directos y en otras personas.
Las respuestas a esas preguntas deben considerar el contexto en el que vivirá la aplicación: si existen situaciones de desigualdad, sesgos, posibilidades de abuso, exclusión, etc. Idealmente, el proceso de diseño debe incluir a los usuarios para encontrar las mejores soluciones desde su propia perspectiva y necesidades.
En el proceso seguramente se encontrarán preguntas que marquen coyunturas, ante lo cual surge la necesidad de definir principios y prioridades éticas. No hay recetas. Para algunas aplicaciones será indicado priorizar la privacidad sobre la seguridad; para otras, a la inversa. Ante mayores riesgos e impactos humanos y sociales, los principios éticos podrán ser más estrictos: desde minimizar daños a no tolerar daño o riesgo alguno; asegurar un trato igual a todos los usuarios o crear soluciones específicas para grupos en distintas circunstancias.
Todas las decisiones de diseño deben pasar por el filtro ético, inclusive la de usar el Blockchain frente a otras alternativas tecnológicas.
Existen propuestas metodológicas y planteamientos para abordar estos temas. Aunque todavía hay espacio para discutir los “cómos”, lo que nos queda claro es que el desarrollo tecnológico debe ser responsable. Para aprovechar el Blockchain en toda su capacidad, debemos abordarlo siempre desde una perspectiva ética y de impacto social.