El concepto de bienestar tiene una larga trayectoria en el campo de la filosofía y las ciencias sociales, y también ha sido utilizado recurrentemente como objetivo de políticas públicas. Es uno de esos conceptos que transmiten una idea clara de lo que quiere decir, pero que no tienen definiciones absolutas. Es, finalmente, un concepto relativo que hay que definir casuísticamente.

En México lo hemos escuchado cotidianamente durante los últimos seis años, tanto en el discurso político como en los nombres de algunas instituciones y programas creados por el gobierno que termina. Es un concepto que se ha utilizado genéricamente en el que caben muchos temas y perspectivas. Hoy voy a hablar de un componente crucial y estratégico del bienestar general: el bienestar digital.

Los argumentos que siguen están tomados de una nota que publicó el Consejo Ejecutivo de la Economía Digital (el CEDIG), un espacio privado creado por el think tank Centro-i para la Sociedad del Futuro, que funciona como un espacio de diálogo, reflexión y análisis de temas prospectivos relacionados con la economía digital.

El Consejo está integrado por un grupo de empresas y actores relevantes del ecosistema digital que trabaja colaborativamente para orientar la agenda pública hacia la discusión de las condiciones que aseguren un desarrollo sano, competitivo y boyante de la economía digital.

Después de una de sus reuniones, el CEDIG publicó una nota en la que menciona que uno de los componentes del bienestar general es el bienestar digital, el cual se genera dentro de un ecosistema en el que conviven las tecnologías digitales, desde las telecomunicaciones y el internet hasta las plataformas y la inteligencia artificial.

El bienestar digital depende de la capacidad de las tecnologías digitales para mejorar la calidad de vida y el bienestar integral de las personas, habilitando su acceso a derechos fundamentales como la educación, la salud, la justicia y la no discriminación.

El bienestar digital requiere un enfoque integral que implique la inclusión digital transversal en todos los ámbitos. Esto significa cerrar brechas importantes de acceso a servicios y habilidades digitales; por ejemplo, de género, entre poblaciones rurales y urbanas, hablantes de español y lenguas indígenas, y entre distintas regiones del país.

Alcanzar el bienestar digital de toda la población es un objetivo que sólo es alcanzable si los gobiernos: federal, estatales y municipales acceden a trabajar colaborativamente con la industria y si se deciden a trabajar en una transformación digital centrada en las personas. Hay que decir que en este tema de la transformación digital vamos muy retrasados y que dicha transformación no se trata sólo de digitalizar, sino de promover un cambio cultural que ayude a la gente a transitar del mundo analógico al digital.

El nuevo gobierno federal en ciernes ya se ha referido un mayor número de veces a la transformación digital que el gobierno que termina en seis años. Esperemos que ello sea un indicador de que ahora sí empezaremos a avanzar en la aplicación de las políticas públicas que nos urgen para mejorar el bienestar digital de toda la población.

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