El tema de las ciudades inteligentes (smart cities) ha ido tomando mucha fuerza en los últimos años como consecuencia del acelerado desarrollo del ecosistema digital. La hiperconectividad, la oferta de aplicaciones que aprovechan las tecnologías de teleinformación, el internet de las cosas, los sensores remotos con capacidades de control y el análisis de big data, por mencionar algunos ejemplos, son factores que nos hacen creer que hemos llegado al punto de empezar a disfrutar de ciudades inteligentes. Pero la verdad, es que todavía falta mucho por hacer.

Como se explica en estas páginas, en el Centro-i creemos que el concepto de ciudad inteligente debe ser más robusto que el que estamos acostumbrados a escuchar, el cual es mucho más apropiado para referirse a la ciudad digital. Para que una ciudad llegue a considerarse inteligente, debe ser digital pero también feminista, eficiente y resiliente.

La ciudad digital es uno de los resultados del desarrollo del “smart everything paradigm” mencionado por Streitz1Streitz, N., Reconciling humans and technology: The role of ambient intelligence. In: European Conference on Ambient Intelligence. Springer, Cham. 2017.., que se refiere a la integración del internet de las cosas con la inteligencia artificial y con las aplicaciones tecnológicas que se van desarrollando para crear hogares, entornos y ciudades “inteligentes”2 Entrecomillamos el término “inteligentes” para insistir en que la cualidad de inteligente debería de usarse sólo para aquellas ciudades que se conciben como un gran ecosistema complejo que integra, además del “smart everything paradigm”, los principios de diseño de una ciudad feminista, eficiente y resiliente Si bien la aplicación de todas estas tecnologías a los procesos urbanos puede ser de gran utilidad para contribuir en la solución de muchos de sus problemas, se corre el riesgo de quedarse con una ciudad gadget si se aplican las tecnologías sin cuestionar el statu quo de la ciudad y si no se corrigen sesgos y defectos estructurales del ecosistema urbano.

Kominos3 N. Kominos, Smart Cities and Connected Intelligence, Routledge, 2020. describe el entramado de lo que nosotros entendemos como ciudad digital:
“Las ciudades inteligentes4 Misma explicación que aparece en pie de página 8 funcionan introduciendo innovaciones en tres circuitos en cada ecosistema de ciudad. En el primer circuito se crea el espacio digital de las ciudades que está compuesto por redes de banda ancha, dispositivos de acceso, infraestructura en la nube, plataformas de software, aplicaciones y varios tipos de datos provenientes de ciudadanos y organizaciones, la administración pública, las redes sociales y los sensores. La capa digital se forma gradualmente por un enriquecimiento continuo de redes, informática urbana, sistemas operativos y aplicaciones de software. En el segundo circuito, el sistema de innovación de la ciudad se enriquece con conjuntos de datos, asistentes digitales y redes de colaboración virtual, como planificación y gestión de ciudades en línea, plataformas de crowdfunding, análisis de ubicación, redes sociales y participación de los usuarios, que mejoran la toma de decisiones y las capacidades colectivas para la innovación. En el tercer circuito de innovación, se optimiza el comportamiento de los usuarios, ciudadanos y organizaciones porque la infraestructura digital y las plataformas de software de las ciudades permiten elecciones individuales más informadas y eficientes. Estos tres circuitos de innovación (espacio y soluciones digitales, sistemas de innovación más eficientes, comportamiento de usuario optimizado) definen cómo funcionan las ciudades inteligentes como entorno de resolución de problemas y optimización.”

Ciertamente que la gama de aplicaciones potenciales del “smart everything paradigm” no tiene límites, sin embargo, para que nos sirva como vehículo para avanzar hacia las ciudades inteligentes es imprescindible asimilarlo al gran ecosistema complejo en el que las variables urbanas, energéticas, ambientales, económicas y sociales se relacionan espacial y dinámicamente para determinar el funcionamiento y el desempeño de la ciudad. Si no lo hacemos así, nos quedamos en un caso similar a los que se dan cuando se digitalizan los procesos pero se les sigue concibiendo analógicamente: los verdaderos beneficios seguirán siendo aparentes o muy limitados. Una ciudad gadget puede ser tecnológicamente avanzada y sin embargo replicar al mismo tiempo los sesgos estructurales que la hacen ineficiente, inequitativa, injusta, insegura, improductiva y discriminadora.

Share This