Prólogo

El anecdotario de la historia está plagado de errores garrafales. Errores de todo tipo cometidos por líderes políticos, religiosos, empresariales y militares que han generado pérdidas extraordinarias de recursos y de millones de vidas humanas. Errores de cálculo, errores por ignorancia, errores por incompetencia, errores por codicia, errores por soberbia. La mayoría de ellos claramente identificables como errores patriarcales.

Cuántas cosas en común comparten esas decisiones. Sí, las tomadas ayer y las que se toman hoy en tantos lugares, en tantos países. El talento para errar por todo lo alto se distribuye eficientemente por todas las latitudes, en todo tipo de sociedades y de regímenes religiosos, políticos y económicos. Vivimos asediados por narcisos, por ególatras, por cínicos, por megalómanos, por soberbios y por negacionistas de la compasión y de la empatía. Y qué duro cuando estos sujetos (sí, en masculino) están en el poder y toman sus grandes decisiones.

Si bien demasiado tarde como para detener la acelerada secuencia de desastres climáticos cada vez más severos, un puñado de países está revisando rápidamente a la baja sus metas de generación de emisiones de gases de efecto invernadero.  Canadá, el Reino Unido y varios países de la Unión Europea han pasado leyes que prohíben la venta de vehículos de combustión interna para antes del 2040. Varios de ellos, al igual que el estado de California (el mayor mercado automotriz de los Estados Unidos), han puesto como límite el año de 2035. Estamos hablando de una conversión extraordinaria de la industria automotriz en poco más de 10 años. Eso significa que la mayor parte de la demanda de combustibles fósiles irá disminuyendo drásticamente y que estos últimos se verán forzados a empezar su gira mundial de despedida.

Segunda parte

El delirio conquistador de Putin ventaneó la fragilidad de los supuestos de la geopolítica vigente y desquició la economía internacional. Los países europeos descubrieron con horror el tamaño de su vulnerabilidad energética: constataron los errores que cometieron a lo largo de los años para llegar a depender ingenua y críticamente de las fuentes de energía rusas. En cuanto a los Estados Unidos, el ver desde la barrera lo que ha generado la megalomanía de Putin les permitió hacer un ejercicio analógico e imaginarse lo que pasaría con muchas de las cadenas productivas que les son críticas si a China se le ocurre, por fin y después de tantos años de amenazas, invadir a Taiwán. En consecuencia y como un raro caso de éxito rotundo, el Congreso aprobó varios paquetes históricos propuestos por los demócratas (los republicanos siguen ensimismados en ver cómo defienden a su líder míster Trump), cuya aplicación revolucionará en el corto plazo el ecosistema económico de los Estados Unidos.

Las iniciativas aprobadas generarán incrementos dramáticos de oferta y demanda en los sectores relacionados con las energías limpias, revivirán la industria de los semiconductores (actualmente dominada por Taiwán y China) y aplicarán toda clase de incentivos para crear nuevas cadenas productivas que dependan menos de los chinos. La producción de paneles solares, turbinas de viento, baterías para almacenamiento de energía, vehículos eléctricos (y sus baterías) y de otros bienes relacionados con tecnologías limpias, así como la refinación de minerales críticos, crecerá a pasos agigantados. Se pretende que en el 2030 la contribución de las energías limpias en la generación eléctrica total pase del 40% actual al 60-81%. Un incremento brutal en apenas 7 años.

Por muchas razones, no resulta viable que las nuevas cadenas productivas se instalen por completo dentro del territorio de los Estados Unidos. Se requerirá de la colaboración de países con gobiernos democráticos y estables que no representen riesgos como los que materializó Putin y los que en un descuido ocasionaría China. Se viene una etapa de oportunidades económicas extraordinarias para los países aliados de los Estados Unidos.

Epílogo

Geográficamente hablando México ocupa una posición privilegiada junto a la poderosa economía estadounidense. Las oportunidades para desarrollar la economía mexicana en el corto plazo son extraordinarias. Pero el gobierno que tenemos no lo ve de esa manera. Una confusión sui géneris en la que destaca una mezcla de ideología obsoleta con pensamiento mágico, hace que el presidente crea que para avanzar por el camino de la salvación hay que obedecer al mantra de los combustibles fósiles. Y eso es lo que está haciendo. Quitándole recursos a la salud, a la educación y a las redes de protección de las mujeres, para invertir cantidades oprobiosas de dinero público en el subsector menos rentable y necesario de la industria del petróleo: el de la refinación. Está apostando por aquello que acelera el calentamiento climático y genera desastres cada vez más graves y prohibiendo el desarrollo de las tecnologías limpias. Todo para que la demanda mundial de gasolinas empiece su descenso definitivo en unos cuantos años.

Tendrá su entrada individual en el compendio de los errores garrafales y en la lista de grandes talentos para moverse en sentido equivocado. Válgame.

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