Entre los temas que han ocupado la ciberpalestra en los Ćŗltimos dĆas, estĆ” el de la serie de cambios que se dieron en la diplomacia cultural de nuestro paĆs.
La primera noticia que llevó el tema a las redes e instigó un acalorado debate, fue el despido de Jorge HernÔndez, agregado cultural de México en España, que se dio después de la publicación de una columna en la que criticó a Marx Arriaga.
Enrique MĆ”rquez, director ejecutivo de la diplomacia cultural de la SecretarĆa de Relaciones Exteriores, publicó como explicación oficial del cese, que se debió a expresiones misóginas en contra de la embajadora MarĆa del Carmen OƱate, lo que ha negado tajantemente HernĆ”ndez.
Para sustituirlo, MÔrquez nombró a la escritora Brenda Lozano como la nueva agregada cultural de México en España.
En ese momento se desató una ola de ataques en redes sociales contra el nombramiento de Brenda Lozano, debido a que en el pasado la escritora ha sido crĆtica al gobierno del presidente López Obrador.
El siguiente capĆtulo fue la renuncia de Enrique MĆ”rquez, defendiendo el nombramiento de la nueva agregada cultural y acusando a integrantes de Morena de haber impulsado una campaƱa de desprestigio en su contra con fines polĆticos.
Como cereza en el pastel, López Obrador declaró en su conferencia maƱanera que propondrĆa al canciller que nombre como agregada cultural a una poeta indĆgena del centro del paĆs.Ā Por su parte, Lozano ha declarado que ella no tiene contemplado renunciar.
Este recuento de eventos, frente a la opinión pública, terminó siendo una lamentable comedia de enredos con acusaciones y desmentidos repartidos en todas las direcciones.
Sin embargo, al mismo tiempo que se producĆa cada uno de esos acontecimientos, se iba conformando una discusión pĆŗblica que, aunque haya sido azuzada por ataques intencionales con tintes polĆticos, lo que es cierto es que tambiĆ©n logró sumar a personas de carne y hueso que se manifestaron en las redes sociales.
Una idea central, repetida incansablemente, concitó a muchos a sumarse: el reclamo de que una persona que no aplaude las acciones del gobierno en turno no debe trabajar para éste, argumento que se aplicó primero a Jorge HernÔndez y luego a Brenda Lozano.
Según esta lógica, un requisito esencial para ser servidor público o, particularmente en este caso, para integrar el cuerpo diplomÔtico que representa la imagen de México en el mundo, es apoyar y coincidir con cada uno de los dictados del presidente de la República.
Es de llamar la atención que tantas personas concurran en ver el disenso como un antivalor, una caracterĆstica a evitar y condenar pĆŗblicamente, cuando nuestras aspiraciones democrĆ”ticas lo que exigen es diversidad, pluralidad, tolerancia y libertad.
Nos queda mucho trecho por caminar.
Ahora bien, la profesionalización del servicio pĆŗblico implica contar con funcionarios expertos en sus materias, que sean contratados por sus competencias y no por sus afinidades polĆticas o personales. En los paĆses con menor corrupción y mayor efectividad gubernamental, los servidores pĆŗblicos de carrera trascienden los cambios de administración y, con su experiencia, sostienen polĆticas efectivas en beneficio de la sociedad, ya que ese es el fin que deben perseguir y no el de mantener a un partido o una corriente en el poder.
Por otro lado, la diversidad y la pluralidad -el disenso- son especialmente valiosas en el Ɣmbito cultural. El derecho a la cultura, protegido en nuestras leyes, implica la diversidad cultural, la tolerancia y el diƔlogo.
El art. 2 de la Declaración universal sobre la diversidad cultural de la UNESCO expresa de una manera maravillosa la vinculación de este principio con la convivencia pacĆfica y la cohesión social en un entorno democrĆ”tico[1]:
Ā«En nuestras sociedades cada vez mĆ”s diversificadas, resulta indispensable garantizar la interacción armónica entre personas y grupos con identidades culturales plurales, variadas y dinĆ”micas, asĆ como la voluntad de convivir. Las polĆticas que favorecen la inclusión y la participación de todos los ciudadanos garantizan la cohesión social, la vitalidad de la sociedad civil y la paz. Definido de esta manera, el pluralismo cultural constituye la respuesta polĆtica a la realidad de la diversidad cultural. Inseparable de un contexto democrĆ”tico, el pluralismo cultural propicia los intercambios culturales y el desarrollo de capacidades creativas que soportan la vida pĆŗblicaĀ».
El disenso sólo es posible cuando existe libertad de conciencia y de expresión, ademĆ”s de las garantĆas necesarias para ejercer esos derechos. Ā
El disenso es necesario, ademĆ”s, para dotarnos permanentemente de una dosis de autocrĆtica, lo que no siempre es cómodo, pero nos protege de la autocomplacencia. No hay construcción democrĆ”tica sin pluralidad y diversidad. No hay convivencia pacĆfica posible en una sociedad plural y diversa, sin reconocernos en nuestras diferencias de forma incluyente. El verdadero diĆ”logo no se da con el espejo.